Autora: Begoña Ibarrola.
¿Qué emociones trabajamos con este cuento?: alegría, tristeza y miedo a lo desconocido.
De 0 a 7 años
Una tarde en la que estaba un poco triste, al sentarse en una roca con la mirada fija en el agua, vio que algo brillaba en el fondo. Metió la mano para sacarlo y se llevó una gran sorpresa cuando al abrirla apareció un hada muy, muy pequeña, con alas relucientes y brillantes.
–¡Hola!, no te asustes, soy el hada del río y me llamo Cantarina.
–Yo me llamo Andrés –dijo él mientras la miraba asombrado–. ¿Qué hacías bajo el agua?
–Soy la encargada de hacer que el río cante –dijo el hada–. ¿Y tú qué haces por aquí?
–Vengo con mis padres a este pueblo en vacaciones, cuando se acaba la escuela.
–¿Y te lo pasas bien aquí?
–Sí, estoy muy contento porque hago cosas que en la ciudad no puedo hacer. Allí me aburro mucho.
–¿Y qué cosas son esas?
–No tengo que ir a la escuela ni madrugar, me acuesto más tarde, me voy con mis amigos por ahí y juego a cosas muy divertidas.
–Y aquí, en el pueblo, ¿siempre estás feliz y contento?
–Bueno… siempre no.
–Y en la ciudad donde vives, ¿siempre estás triste o aburrido?
–Bueno… siempre no.
–Así que te das cuenta de que estar contento o estar triste no depende del lugar donde te encuentres… ¿no? –concluyó el hada.
–Pues sí, ahora me doy cuenta.
Andrés sentía curiosidad y decidió hacerle unas preguntas.
–¿Vives tú sola en el río?
–No, somos muchas hadas y cada una se encarga de una cosa. Yo me encargo de que el río cante, otra es la responsable de que el agua esté limpia, otra cuida a los peces que viven en el río y otra mantiene bonitas las piedras del fondo.
–¿Por qué no os he visto antes? Yo vengo mucho por el río…
–No siempre nos dejamos ver, pero hoy he decidido hablar contigo para averiguar qué te pasa. Cuando miras al agua, tu cara me dice que algo no va bien.
Andrés le contó al hada que no quería volver a la ciudad porque en septiembre entraría en un colegio nuevo y le daba un poco de miedo.
–¿Sabes? Yo tampoco estoy siempre en este río. A veces me encargan que vaya a otro río para que sus aguas canten. Al principio me preocupo y me pregunto si sabré hacerlo bien, si el río estará contento conmigo, si me encontraré a gusto en ese lugar… pero luego me pongo a cantar y se me olvidan las preocupaciones. Ya sabes que estar triste o contento no depende de un lugar.
–Pero a mí me gustaría estar siempre alegre y hacer sólo las cosas que me gustan… –dijo Andrés.
–Eso no es posible, Andrés. A veces estamos tristes; otras veces, contentos o enfadados, y a veces tenemos miedo. A veces hacemos cosas que nos gustan más y otras veces tenemos que hacer cosas que no nos gustan.
–¿Y qué puedo hacer para estar contento en el nuevo colegio? –le preguntó Andrés.
–Puedes hacer amigos y pasarlo bien a la vez que aprendes, pero ya sabes que unas cosas te gustarán más que otras, y unas tareas te resultarán más fáciles, y otras, más difíciles.
Sin pensarlo dos veces, Andrés le preguntó al hada con cara sonriente:
–¿Te gustaría venir conmigo a la ciudad? Yo te llevaría en mi mochila al colegio y, al escuchar tu voz, me animaría. ¿Qué te parece la idea?
El hada estiró sus preciosas alas y abrió mucho sus diminutos ojos, poniéndose de puntillas sobre la palma de su mano, y contestó:
–¡Me encantaría conocer la ciudad! Yo solo conozco los ríos, pero se lo preguntaré al hada Organizada, ella es la responsable de que se lleven a cabo todas las tareas, porque el río no debe dejar de cantar, ¿no crees?
–Por supuesto, pero puedes pedirle que se lo encargue a otra hada, ¿verdad?
El hada Organizada dio permiso al hada Cantarina para ir a la ciudad con Andrés y en su lugar puso a otra hada que estaba deseando cantar en el río.
Autora: Merce Jou
¿Qué trabajamos con este cuento?: la curiosidad, empatía, ilusión, valentía, alegría, el conformismo y sus consecuencias, la ayuda...
De 4 a 7 años
*No lo recomiendo para menores de 4 años porque es algo extenso y perderían rápidamente la atención en la historia.
Había una vez un lindo globo blanco que, recién hinchado, esperaba paciente, atado a un pequeño palo de madera, a que alguien viniera a recogerlo de la tienda donde se encontraba.
A un niño llamado Pedro le gustaban mucho los globos y el día de su cumpleaños su abuelita le regaló unas monedas con las que Pedro feliz fue corriendo a la tienda a comprarse un montón de globos.
- Por favor deme ese globo rojo, y ese azul, y el verde, el naranja, y el amarillo, también quiero ese blanco... - le dijo emocionado al dueño de la tienda.
Pedro regresó a su casa con el ramillete enorme de globos hinchados con helio. Los globos se movían con el aire sujetos con su hilo a la mano de Pedro y daba mucha alegría verlos tan coloridos. El pequeño globo blanco se sentía feliz de salir por fin de la tienda, aunque un poco acomplejado por no tener un color vivo y alegre como sus demas compañeros.
Al llegar a casa, Pedro subió corriendo a su habitación y ato el extremo de todos los cordones en la baranda de su balcón.
Pedro se sentía muy contento con su nueva adquisición.
A la mañana siguiente Pedro dando un salto de su cama los miró durante un rato.
Aquella fresca mañana de primavera el globo blanco, que había pasado toda la noche despierto, continuó mirando al cielo ensimismado con la luz del sol que teñía el cielo de un intenso azul, los pájaros revoloteando, el viento meciéndolo suavemente...mientras sus compañeros miraban hacia la calle y se hinchaban de orgullo cuando la gente los miraba.
- ¿No os gustaría poder ascender hacia allá lo alto y surcar el cielo ? - les preguntó de repente el globo blanco a sus compañeros.
- ¡Que va! yo estoy muy a gusto aquí en el balcón mecido por el aire - respondió el globo azul.
- A mí me gusta estar aquí agarradito y cómodo - dijo el globo rojo.
El globito blanco se quedó en silencio pensando en que esa no era la vida que él había deseado y quería llevar. Él quería experimentar nuevas emociones, disfrutar nuevas experiencias y sobre todo aprender cosas nuevas.
Aquel día por la tarde una paloma se posó sobre la baranda del balcón y curiosa contemplaba los globos.
El globo blanco la vio y la saludo :
- Hola.
- Hola - respondió la paloma al saludo mientras ahuecaba sus plumas.
El globo blanco sin pensárselo dos veces le preguntó a la paloma:
- Quiero soltarme de mi cordoncito y ser libre.
- ¿ Acaso no estás bien aquí con tus amigos ?
- No demasiado- respondió el globo - no estoy tan mal aquí y mis compañeros son agradables, pero no es esto lo que yo quiero, yo quiero más, quiero sentir, experimentar, aprender.
La paloma se acercó al manojo de hilos y buscó el hilo que sujetaba el globo blanco, lo agarró con su pico y con un movimiento certero lo seccionó.
El globo banco comenzó a elevarse hacia el cielo.
- ¡ Muchísimas gracias ! exclamó emocionado el pequeño globo.
El globo emprendió entonces su aventura surcando los cielos. Conoció muchos lugares, que vistos desde el aire se veían espectaculares.
El color blanco de su cuerpo fue tiñendose de vivos colores a medida que aprendía algo nuevo. Varios colores de lindos tonos teñían ahora el color blanco.
El globito también experimentó y descubrió nuevas emociones y sentimientos.
Se emocionó viendo a un águila en su nido en lo alto del cerro en las afueras dándole de comer a su polluelo.
- ¡ Hasta siempre mamá águila ! - le gritó mientras continuaba su camino por el aire.
Se enfadó al ver a un niño en un camino haciéndole la trabanqueta a otro niño que cayó al suelo lastimándose.
- ¡ No seas tan malo ! - le increpó desde el aire.
Se asustó al ver como un coche casi atropella a una niña que no estaba cruzando por el paso de cebra en la entrada de la ciudad:
También sintió alegría al ver pasar junto a él a una bandada de patos que regresaban del sur y lo saludaron con sus divertidos graznidos.
- ¡ Bienvenidos amigos ! - Saludó feliz el globo.
¡Cuántas cosas estaba descubriendo,aprendiendo y sintiendo!
Ahora el globo tenía ya muchísimos nuevos colores y era muy hermoso. ¡ Se sentía muy feliz !
Se acordó de sus compañeros de baranda y se sintió un poco triste por ellos.
- Que lástima - pensó - ellos se conformaron con lo que ya tenían y jamás van a vivir las cosas que yo estoy viviendo, ni van a conocer todo lo que yo estoy experimentando y sobre todo aprendiendo.
Mientras tanto, a lo lejos, en aquel balcón, los colores de los otros globos que allí habían quedado, iban palideciendo poco a poco, perdiendo su color y su brillo, presos de la monotonía y la falta de estimulos.
Siguió
su camino, convertido en un hermoso globo multicolor, descubriendo el mundo y la vida que bullía en él, sintiéndose un globo afortunado por todo lo vivido y todo lo que le quedaba por
vivir.
Autor: Leo Lionni
Y tú ¿cómo afrontas los días grises?